viernes, 1 de junio de 2012

LA CRISIS DE LA RELIGION SEGUN LAS CREENCIAS

La manera tradicional de ser y de funcionar la religión fue convincente durante siglos e incluso milenios, pero ya no lo es más. Al caerse paneles enteros de cosmología, antropología, concepción de la historia y de la moral, propias de otro tipo de cultura y de otro tipo de sociedad, sobre los cuales la religión en sus contenidos y funciones se montaba y articulaba, e incluso con muchos de los cuales se identificaba, paneles enteros de la religión también se van con ellos. Este es el fenómeno al que estamos asistiendo actualmente. No es, pues, una crisis de falta de voluntad y de coraje por parte de los fieles de las diferentes religiones. Es una crisis, no será la última vez que lo enfaticemos, de naturaleza de los contenidos, de su estructura, de su realidad, que no son aceptables para el ser moderno actual. La crisis, en el fondo, es una crisis de la religión tal como ha sido concebida, de la religión como revelación y, por lo tanto, de la religión aceptada sumisamente; en pocas palabras, es una crisis de la religión como creencias. Por creencia normalmente se entiende la aceptación de enunciados no bien fundamentados racionalmente; por consiguiente, la aceptación ingenua, no crítica y bien fundamentada de estos. De ahí la connotación peyorativa que, hablando valorativamente, el término creencia tiene. Pero aquí, hablando de religión de creencias, la vamos a entender de otra manera. Religión de creencias, y “creencias”, por lo tanto, la vamos a entender como el conjunto de verdades religiosas que, aun en su orden exhaustivamente fundadas y argumentadas, nunca llegan a ser experiencia en sentido pleno, conocimiento realizado con todo el ser y desde todo el ser, desde y con el sentir, el entender, el amar y el actuar, quedando entonces en verdades intelectualmente admitidas y vía la voluntad impuestas al sentir. Así entendemos aquí nosotros las creencias y la religión de creencias, para indicar inmediatamente que de esta manera es como dominantemente se han configurado las religiones. Y esta es la religión que ha entrado en crisis. En este quiebre, hablando con todo rigor, es donde consiste la crisis. No es que todo en la religión esté en crisis, ni mucho menos que la religión esté en crisis porque arrastra muchos elementos del pasado. No es una cuestión de tradición y de vejez. Hay hallazgos antiquísimos de la religión, como veremos, que siguen gozando de magnífica salud, y seguirán gozando de ella. Porque tales hallazgos han sido y son la experiencia más alta que el ser humano puede hacer. Lo que está en crisis, y ello de manera profunda y radical, es la religión de creencias, las verdades construidas con otra preocupación que la experiencia, construidas por ejemplo para funcionar como filosofía o como ciencia, como ideología cohesionadora de sociedades, como moral, como marco de ciertas visiones del cosmos y de la historia, como legitimadora de ciertos proyectos históricos, ya sean de liberación o de esclavitud y de sometimiento. La religión que está en crisis es la religión interesada y egocentrada, la que se construye respondiendo al mecanismo de la necesidad y del interés por muy espiritualmente que se conciban estos, la religión montada sobre la experiencia de lo sagrado. Por el contrario, la que no está en crisis es la religión de la total y absoluta gratuidad, del total y profundo desinterés, la religión del sentir, entender, amar y actuar puros, buscados en sí mismos y por sí mismos, sin ningún otro interés ni objetivo, sin ninguna otra finalidad. Es la religión que muchos autores llaman de «conocimiento s i l e n c i o s o »

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